domingo, 13 de septiembre de 2009

MaRiPoSaS

Todavía recuerdo la primera vez que te vi. Tus ojos discernieron mis nervios al verte cara a cara en una de las más hermosas tardes del colegio.

Éramos más que desconocidos, ni siquiera nuestros nombres muy bien aprendimos… hasta que por cosas del destino, atrás tuyo me senté.

Desde ese día, fue esa la razón más fuerte para llegar temprano a clases, quería verte más y más. Las bromas no faltaban, los pretextos de un deber, y el encanto de los examenes… ¡ay!.. ¡Aquellos examenes!

Hacía tanto tiempo que no me visitaban las tan nombradas mariposas. Sinceramente, jamás pensé que habían llegado a mí para quedarse, pero lo que menos esperé es que me agradase sus visitas.

Descubrí que era cierto eso de que ellas volaban en la panza. Siempre que llegabas se alborotaban sin avisar. No las podía controlar.

El fin de semana era eternamente largo, por lo que contaba las horas para verte otra vez y poder contemplar tu sonrisa, tu voz, ver el rojo de tus labios, y muy pocas veces sentir la fragilidad de tus delgadas y tiernas manos.

Eran las mariposas que volaban, y era tu mirada la que me inspiraba a escuchar tus bromas sin sentido, y era tu sonrisa la mejor de todas las que podía ver, ella me conquistaba y me hacía reír al verte a ti reír.

Y es que jamás mis oídos se han deleitado con algo más bello que tu infantil y descomplicada voz.

Esa forma que tenías de ver la vida no era la mejor, pero llamaba mi atención… entonces fui conociéndote más y mi cabeza no encontraba otra cosa en qué pensar.

Cualquier pretexto era bueno para hablar, cuando las mariposas comenzaban a volar.

Desde ese tiempo no las encuentro, quien sabe por dónde andarán, quizá estén por llegar, o simplemente ya no quieran volar.

Mariposas, visiten mi panza; junto a ustedes, esos tiempos quiero recordar, momentos muy bien vividos, etapas de nunca olvidar.

“De pronto esta sea una típica historia de nunca acabar, pero su contenido muestra el maravilloso encuentro de dos personas que demuestran la magia de una simple tarde y el encanto de una sola mirada para no olvidarse jamás. Bastó una tarde para ser eternos en el tiempo y una mirada para no renunciar al sentimiento. Ni siquiera el tiempo, la distancia, y las circunstancias, han sido capaces de apagar el fuego de este gran amor”

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