martes, 14 de junio de 2011

Mi querido Samuel,

Estas palabras son para ti.

Todavía no te he visto personalmente,
es verdad.

No he contemplado tu sonrisa, también lo sé.
Pero te vi en mis sueños,
te encuentro en mi corazón.

Te siento dentro de mí.
Sé que no eres una ilusión
porque sé que llegarás.
Eres mi hermosa realidad,
mi bendición y mi honra.

Quiero que sepas
que siempre estaré a tu lado,
que siempre te ayudaré,
escucharé tus sueños y los compartiré.

Oraré para que juntos estemos frente a Dios,
y pedirle que nos conceda el deseo
de verlos hecho realidad
tanto los tuyos como los míos.

Sé que nuestros sueños se entrelazan.
Que los propósitos de Dios en tu vida
son muy grandes.
Pero sé que podremos vencer los problemas
y dificultades que vendrán
en el largo camino que nos espera.

No solo seré tu esposa, tu novia;
seré también tu amiga, tu confidente,
tu apoyo, tu hombro.

Seré tu ayuda incondicional,
la que no espera nada a cambio.

Quien te amará de manera completa
y quien creerá en tus sueños
y planificaciones,
pues sé que Dios está en medio de ellas,
y que primero nacieron en su corazón,
y después Él las depositó en el tuyo.

Prometo cuidarte hasta donde más pueda,
sé que Dios te ha cuidado
y guardado en cada paso.

Quiero que sepas que siempre te esperé.
Que muchas veces pensé que no llegarías
porque te veía tan lejos,
pero la siembra dejó en mi corazón la semilla
que se convertiría en cosecha.

Y eres tú mi alegría.
Mi recompensa.
Mi Siembra y Cosecha.
Mi esposo, Mi idóneo,
Mi pacto. Mi amigo.
Mi confidente. Mi ejemplo…
Mi Samuel, David, Juan, Daniel, Natán.